La fachada del Ministerio del Aire

“Los tiempos del individualismo en la arquitectura han terminado. Estamos hartos de ver que un estilo nuevo no surge cuando individuos aislados crean nuevas formas. Esto no son más que experimentos de poca duración. Un estilo nuevo no es consecuencia de un capricho, sino de una evolución. La historia del arte nos enseña en qué circunstancias, en el curso de los tiempos, adquirió la arquitectura un nuevo carácter. Un nuevo estilo no surge del individuo aislado, tampoco del artista, sino que es consecuencia de la política, que reforma tanto la vida de todos en general como de los individuosaislados, los plantea nuevos problemas, establece nuevas aspiraciones y crea de esta forma un nuevo modo de expresión”.
Conferencia de Paul Bonatz (arquitecto alemán y consultor arquitectónico del diseño del Ministerio del Aire), dada en Madrid el 15 de junio de 1943.
Si hemos visto la íntima relación que arquitectura, ideología y poder guardan entre sí. Si hemos visto ejemplos de cómo la arquitectura encarna y expresa en su materialidad los valores e ideas políticas de sus promotores y diseñadores ¿Qué ocurre cuando éstas cambian? ¿Puede llegar a afectar a la arquitectura o sus tiempos son tan lentos que no tiene posibilidad de modificarse?
Trasladémonos al contexto inmediatamente posterior a la Guerra Civil. Franco ha impuesto su régimen dictatorial gracias al apoyo de diferentes facciones unidas vagamente por un espíritu antimoderno, los valores del catolicismo y el mando militar. Facciones como Falange, los tecnócratas vinculados al Opus Dei o sectores reaccionario, que más allá de los nexos ideológicos tienen profundos conflictos internos dentro de la estructura del régimen por alcanzar cuotas de poder. Mientras tanto,en el contexto internacional, los gobiernos totalitarios de Alemania e Italia que habían sido la referencia directa del proyecto franquista se sumergen de lleno en la II Guerra Mundial. El régimen de Franco se alinea en principio con los valores totalitarios de estos dos países y su arquitectura responde a esta alianza geopolítica.
El Ministerio del Aire se sitúa en el distrito de Moncloa, a escasos metros del emplazamiento pensado por Luis Moya para el Monumento a la exaltación nacional. Aparece como uno de los hitos principales del eje de la victoria o vía triunfalis no completada que pretendía conectar la ciudad de Madrid con el Valle de los Caídos y el Escorial –una vía en la que, a modo de constelación podemos reconocer las conexiones entre varios de los monumentos y edificios que pueblan estas páginas–. Junto a él, el Arco de la Victoria y el Monumento a los Caídos por Madrid forman un triángulo de referencias explícitas al papel militar y el éxito del golpe franquista.
Inaugurado en 1954, tras múltiples retrasos en su ejecución, la arquitectura del Ministerio conjuga en el diseño de su arquitecto Gutierrez Soto dos principios propagandísticos claros, uno de ellos matizado como veremos a continuación. El primero, la vinculación imperial que tanto ha obsesionado a la arquitectura del régimen, y al propio Gutierrez Soto –pese a venir del racionalismo heterodoxo los años previos–, donde toma de manera prácticamente literal elementos de composición y decoración del Monasterio del Escorial. Las apuntadas torres de pizarra negra que coronan las esquinas, el despiece de la fachada y la sobriedad de la misma recibieron incluso numerosas críticas, llegando a ser apodado el “Monasterio del Aire”. Según declara Bidagor, sin embargo, esta vinculación historicista, lejos de ser rechazada fue celebrada: “Nos juntamos un grupo de arquitectos y hubo un consenso por la solución tradicional, sin ninguna interferencia gubernamental. El Caudillo no se interesó nunca en desarrollar un tipo de arquitectura ni tampoco el Gobierno. La elección de lo tradicional fue una cosa espontánea”.
El segundo principio surge de la Alemania Nazi. El país germano, frente a los experimentos formales y vanguardistas de la Bauhaus y el Movimiento Moderno –y a diferencia del fascismo italiano– plantea una vuelta a un pasado histórico a través de la construcción de edificios estatales y públicos. Arquitectos como Albert Speer o Paul Bonatz, autor de la frase con la que arranca el texto, fueron consultados durante el proceso de diseño. Su fachada llega, en algún momento, a incorporar simbología nazi que, posteriormente, fue eliminada del diseño definitivo conforme el posicionamiento geopolítico del régimen de Franco rehuyó su vinculación con el régimen Nazi.
Es importante entender que no solo el edificio, sino la propia institución del Ministerio del Aire, guardaba vínculos estrechos con el régimen nazi, quien apoyó la reconstrucción de un ejército del aire engrosando los efectivos y aviones disponibles por el ejército español en un movimiento de basculación geopolítica. Así pues, programa, ornamento y diseño arquitectónico se amoldan también a los movimientos e intereses políticos que lo construyen, modulando o suavizando ciertas estéticas una vez caída en desgracia la Alemania nazi.
Si el diseño de la fachada del Ministerio del Aire y el uso de la ornamentación respondía a dos ideologías muy concretas, una que se mantuvo y otra que se eliminó por completo; es importante observar con detenimiento otro de los edificios que forman este hito destacado en la Vía de la Victoria: el monumento a los Caídos en Madrid. La cruz católica, como ya hemos mencionado, fue un pilar bajo el que se aglutinaron diferentes facciones políticas del régimen de Franco. Si hubo una corriente de pensamiento que lo definió, fue el nacionalcatolicismo, surgido –entre otros factores– de un revulsivo contra los planteamientos laicos del gobierno de la República. Si bien no se llega a legislar al respecto a favor de su eliminación completa, la amenaza a símbolos religiosos –entre ellos la cruz– fue un argumento recurrente por parte de una parte de la sociedad, pero también por arquitectos, como Fernández Shaw, quien llega a diseñar un gran rascacielos en forma de cruz católica. Si nos fijamos en el enladrillado visto del monumento, veremos como este elemento religioso conforma un patrón geométrico que se superpone a la totalidad del cuerpo cilíndrico principal.
A través de elementos tan sencillos como la ornamentación, pequeñas esculturas y gestos arquitectónicos, una arquitectura puede ser modulada para evocar un mensaje u otro. Estos gestos jamás son neutrales sino que responden a ideologías muy concretas sean el edificio que sean. Las fachadas actúan como elementos claves de comunicación como afirma Paul Bonatz fácilmente reconocibles desde el espacio público. Leer sus mensajes más allá de las palabras, interpretar sus cambios y modificaciones, nos permiten entender que la arquitectura no es estática de la misma manera que no lo fue el régimen de Franco, sino que se ejecutan en base a tensiones y conflictos políticos que terminan modulando los diseños para hacerlos contar un relato interesado.
