Introducción. El valle como microcosmos
Estamos en medio de un bosque artificial

Antes esto era un páramo. 1377 hectáreas en concreto.

El gobierno de Franco, nada más terminar la Guerra Civil, a través de un decreto emitido en el BOE en 1940 ponía en marcha un proyecto que involucraba la construcción de un nuevo bosque. ¿Por qué?
Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafien al tiempo y al olvido A estos fines responde la elección de un lugar retirado donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada.
Página 2240, Texto de Francisco Franco publicado en el Boletín Oficial del Estado, 1 de abril de 1940.

El bosque creado a través de la replantación de especies autóctonas de todas partes de España tras la expropiación forzosa del terreno no es más que otro mensaje simbólico encarnado en el espesor de su follaje y la madera de sus troncos. La arquitectura ha constituido, desde siempre, un vehículo privilegiado para la representación de símbolos ligados al poder.
El Valle de Cuelgamuros no escapa a esta lógica y es una superposición constante de las ideas que configuraron el corpus ideológico del régimen dictatorial, materializada en piedra. Ninguna decisión, desde el levantamiento de una cruz de 150 metros de alto a la replantación paisajística de especies autóctonas, hasta su situación espejada con el monasterio del Escorial, es fortuita.
La arquitectura encarna de manera explícita los principios de un movimiento, en el momento de su creación, todavía incipiente, basado en una serie de valores y principios morales que la arquitectura del valle encarna.

Lo militar
como unión de la muerte y la religión


“Caídos por Dios y por España” reza el acceso a una de las galerías. Desde ella se puede acceder a un complejo de galerías y accesos menores donde se encuentra la cripta. Rodeando el cuerpo principal de la basílica, cajas fúnebres se apilan configurando columbarios. Este apilamiento de restos humanos configura una segunda pared que abraza, desde galerías interiores, el lugar de culto religioso.

Desde 1959 hasta 1983 fueron trasladados al interior de la basílica 33847 personas según los registros de los monjes benedictinos, encargados del control y ubicación de éstos en los espacios habilitados para ello. El abrazo entre los restos fúnebres de muertos durante la Guerra Civil, desplazados muchos de ellos de manera unilateral durante cerca de veinte años desde diferentes puntos de la Península, y el volumen dedicado al culto católico no es casual sino parte de uno de los pilares ideológicos de la dictadura.

Sin embargo, el tratamiento de los restos dista mucho del descanso eterno prometido por el dictador. Más allá de los desplazamientos forzosos sin comunicar a las familias en el traslado, la falta de correcta identificación, localización, acceso y conservación de los cuerpos hace que sea muy difícil la exhumación o duelo individual por parte de las familias.

Los sucesivos movimientos y traslados de restos, así como la descomposición material de las cajas fúnebres y las filtraciones de agua ha hecho que los contenidos de éstas se dispersen por los espacios de la cripta, mezclándose y confundiéndose entre sí así como con el propio material del monumento. Así lo reflejan los informes forenses elaborados en la última década donde hablan de “extrema complejidad” a la hora de abordar esta cuestión.
Las infiltraciones y descomposición fruto de una mala ejecución del edificio está haciendo que los cuerpos se infiltren en la materialidad pétrea del monumento y viceversa, que las humedades descompongan los restos a honrar. Una materia arquitectónica híbrida, evidencia material de unas intenciones donde por encima de la custodia, luto y homenaje a los caídos ha primado un relato monumental donde la individualidad queda desdibujada frente a una idea global y colectiva de los militares caídos –algo que contrasta radicalmente con otros memoriales similares–


Lo religioso
como inscripción nacional católica

La Cruz fue el punto de partida del monumento y, sin lugar a dudas, el elemento más visible que expande los límites del recinto a kilómetros de distancia. El proyecto del Valle de los Caídos había sido una reclamación histórica por parte del ala falangista liderada por Serrano Suñer. De hecho, ya eran múltiples las referencias a la cruz que aparecían en los medios de comunicación de este sector en referencia a la metáfora del Gólgota

Desde desfiles militares durante la Guerra Civil a representaciones pictóricas, el icono de una cruz en un paraje rocoso era un motivo recurrente. Representaba una llamada a los valores del catolicismo frente al laicismo de la República y Franco vió en ella “ [en el catolicismo] el cemento que permitió aglutinar a toda la derecha antiliberal y antidemocrática española en un único proyecto político que en poco se diferenciaba —en lo esencial— de las experiencias fascistas europeas del momento” .
Yo igualaría, nivelaría,
—ya los nivela mi fantasía—,
los agrios picos, las recias cumbres de roca brava,
—de roca estéril como la estéril, siniestra lava—,
y allá, por artes maravillosas, levantaría
sobre las piedras despedazadas del peñascal,
bajo los cielos, que son imagen de lo infinito,
una grandiosa Cruz, de granito,
triunfal imagen de la Justicia, de la Clemencia, del Ideal.
Poema de las Montañas. Siete Picos: la Cruz soñada, Carlos Fernández Shaw
A nivel arquitectónico, también hubo movimientos en los años previos a la Guerra Civil por parte de determinadas figuras que reclamaban una mayor presencia pública de la cruz cristiana, asediada según su versión por los cambios constitucionales que el gobierno republicano había introducido.


Será Casto Fernández-Shaw autor del proyecto “Templo-rascacielos La Cruz Soñada” que reivindicaba la recuperación de la cruz como elemento simbólico de la vida civil, y también hijo del poeta uno de los estudios de arquitectura que se presenten al concurso para la realización de la cruz del Valle de los Caídos.
Las propuestas para la Cruz, recogidas en un volumen de la Revista Nacional de Arquitectura, evidencian las diferentes sensibilidades en torno a un símbolo de los nuevos tiempos.

Primer premio otorgado a Enrique Huidobro, Luis Moya y Manuel Thomas. "Tratándose en esencia de proyectar una Cruz, desde el primer momento decidimos conseguir una silueta limpia de Cruz, que tuviera las proporciones de la verdadera en que murió Nuestro Seiior, que, según la opinión de la mayoría de los exégetas, fueron las que, en líneas generales, hemos dado a nuestro proyecto"

Segundo premio otorgado a Juan del Corro, Federico Faci y Francisco Belosillo. "Esta gran construcción ha de durar siglos y por ningún concepto su arquitectura será mezquina, estilista, y me11os aún ajustada a ciertas co11cepc10nes que hoy nos pueden parecer adaptadas al momen- to y que envejecerán mruiana; nuestra ar- quztectura ha de ser de tal seriedad, de tal sobriedad y permanencia, que su es- tética domine el paso de los siglos, . que su proporción sea inalterable y que su du- ración sea eterna, desde el punto de vista humano."

Accesit otorgado a Javier Barroso. "Nuestra primera tarea ha sido buscar justeza en los pensamientos, para que, condensando en ellos, de forma muy precisa, lo que fue el sentido de nuestra Cruzada, pudiéramos traducirla totalmente en actos de arte. Y que el mismo orden dialéctico de desarrollo de nuestras ideas fuera seguido por un orden dialéctico de desarrollo de las formas: y que todos los detalles - mejor dicho, todas las partes, porque en la ejecución no existen los delalles- despertaran bloques de pensamientos y armonías de emoción - recuerdos---, de aplicación tan estricta que sólo se ade- cuaran a un momento histórico, limitado en el espacio a España, y en el tiempo a la Cruzada que empezó el 18 de julio de 1936"

Accesit otorgado a Manuel Muñoz y Manuel Herrero Palacios.

Accesit otorgado a Luis Martínez Feduchi y Fernando Rodriguez Avial.

Accesit otorgado a Javier García-Lomas, Carlos Roa y Francisco González-Quijano

Propuesta fuera de concurso de Francisco Asís-Cabrero

Propuesta fuera de concurso de Sáenz Oiza.

El diseño de la cruz, por su carácter netamente simbólico, encarnará las diferentes corrientes de pensamiento de lo que el nuevo régimen podría o llegaría a ser. Así, hay propuestas claramente influenciadas por el fascismo italiano y otras que replican elementos historicistas –incluidas el propio boceto de Francisco Franco– remitiéndose al estilo herreriano que tanto peso adquiriría en la etapa inicial del régimen franquista.
Cada cruz, por similares que parezcan en su volumetría total, estaba imbuida de los conflictos y luchas de poder internas ideológicas por definir un régimen dictatorial en plena construcción. Los ornamentos, las formas empleadas, los trazos y elementos que la configuran, nos hablan de una mirada que busca recuperar la gloria de un pasado imperial o de un compromiso con otras experiencias totalitarias contemporáneas que buscaban un corte rotundo con el pasado.
La naturaleza
como narración arquitectónica

“El Patrimonio Forestal del Estado ha plantado más de dos millones de árboles en el Valle de los Caídos, que al sucederse en el tiempo harán patente, ante nuestros sucesores, la presencia de la España forestal en los actos más trascendentes de nuestra Patria”
Patrimonio forestal del Estado, citado por Gonzalo Madrazo y Ester Saez


La finca de Cuelgamuros presentaba laderas completamente vacías de especies arbóreas que fueron el primer foco de diseño. Basándose en la distinción de paisajes nobles y paisajes de segunda, se orientó la repoblación a especies arbóreas autóctonas, capaces de emular y enmarcar a la basílica fundamentalmente entre pinos como telón de fondo.
Un telón de fondo que, sin embargo, en las distancias próximas ha de ser mejorado para lograr un efecto aún más exhuberante. En las zonas próximas al vía crucis, desde donde el espectador puede apreciar cada uno de los árboles frente a la masa, su diseño es mucho más minucioso. Especies exóticas –las mismas que usaba el organismo de Patrimonio– eran combinadas con especies autóctonas construyendo un manto de cedros, castaños, higueras, olmos, juníperos, lárices…
Lo imperial
como legitimación territorial
«Centinelas de honor del Valle dede los Caídos»
Diego Méndez, 1982.

La estrategia de vincular el pasado antiguo al presente como una entidad continua fue sólo un intento de legitimar el régimen a través de «tradiciones inventadas» que utilizan herramientas estéticas y materiales para relacionar directamente el presente con el pasado.
En definitiva, tanto la ubicación como la comunicación sobre el Valle de Cuelgamuros intentaron traer el pasado lejano al presente, mientras que el pasado reciente -de muerte y destrucción- queda relegado a la lejanía, sirviendo para reforzar la narrativa artificial del régimen
“Madrid les debe un templo expiatorio; un templo que, como el Colisseo, recuerde siempre su sacrificio y su gloria; donde a toda hora se ruegue a Dios por su descanso eterno; que sea como el alma de Madrid hincada de rodillas ante los que en su recinto cayeron; como el luto perpetuo de la ciudad. Un templo donde –con todos los privilegios y las gracias espirituales que el Santo Padre no regatearía– estén siempre vivas una plegaria y una luz”
Discurso de Francisco Franco, recogido en la revista Informaciones, 27 de septiembre de 1939.