El proyecto de reforestación como legitimación natural del régimen

El Valle de los Caídos no es el único intento de crear un monumento en Madrid para conmemorar hechos ocurridos durante la Guerra Civil. Otros ejemplos son la «Junta de Moncloa» de Manuel Herrero Palacios, el «Arco del Triunfo» de Modesto López Otero y Pascual Bravo Sanfeliú, o el interesante proyecto «Sueño arquitectónico para una exaltación nacional» de Luis Moya. Todos estos monumentos estaban situados en el entorno urbano, cerca del centro de la ciudad. Al igual que Mitchell, cabría preguntarse «¿por qué [la] construcción de estos monumentos y las festividades asociadas tienen lugar ahora casi exclusivamente en las ciudades, especialmente en las capitales?». (Mitchell 2003, 456). Quizá el impacto de los visitantes sea exponencialmente mayor en un entorno urbano, pero el Valle de los Caídos está situado en una zona remota junto a las montañas y plantea interrogantes sobre las razones de esta atípica estrategia de diseño.
La superficie de Cuelgamuros es de 1377 hectáreas, 13 áreas y 28 centiáreas (Decreto 1941). Dado que sólo 214 hectáreas de ese extenso terreno estaban cubiertas de árboles, se llevó a cabo una intervención de reforestación, una operación artificial para introducir y crear el idílico paisaje naturalista que encontramos allí hoy. Se plantaron más de dos millones de árboles como parte del monumento (Méndez 1982) para crear un «lugar perenne de peregrinación en el que la grandeza de la naturaleza ponga un marco digno al campo donde descansan los héroes y mártires de la Cruzada» (Decreto 1940).
Desde el principio, Franco quiso que el monumento se ubicara en la naturaleza, y la propia naturaleza construida se convierte en una herramienta para reforzar la narrativa. El monumento nunca se imaginó como una arquitectura urbana, sino una arquitectura en un entorno naturalista en el que el proyecto de reforestación sirviera «como digno marco de la obra que allí se construye» (Decreto 1941).
Es una llamada trascendente al poder apoyado por dios y la naturaleza en las montañas, «lugar retirado donde se erige el grandioso templo de nuestros muertos en el que se reza por las edades de los caídos en el camino de Dios y de la Patria» (Decreto 1940). Si «la ciudad es el tiempo hecho visible» (Tuan 1978), el tiempo natural es la representación del estar fuera del tiempo, y refuerza la idea de eternidad con la que sus promotores pretendían legitimar el régimen, como si el poder franquista hubiera brotado de la naturaleza y fuera confirmado por la religión.
La mayor parte del diseño consistió en reconstruir el antiguo pinar para recrear un lugar de ensueño, un lugar donde la naturaleza, la religión y la arquitectura sentaron las bases de la nueva nación. Las especies para la reforestación fueron enviadas desde todas las regiones de España, con el fin de crear un palimpsesto que acumulara todas las geografías de la nación (Méndez 1982, 272). En cierto sentido, el proyecto de reforestación fue también una herramienta retórica para introducir los espacios y tiempos de todas las regiones de España y potenciar el mensaje del Valle como miniatura del Estado.
Además, los elementos arquitectónicos se utilizan para reforzar la idea de una instauración natural del poder franquista legitimada por la religión. Aparte del propio bosque, el único elemento visible desde cierta distancia es la enorme cruz, que fue cuidadosamente integrada en el paisaje, como surgiendo de la naturaleza y colonizando el entorno (Méndez 1982, 15). El enorme esfuerzo realizado en el diseño del paisaje demuestra la importancia de utilizar el tiempo de la naturaleza para reforzar la narrativa de quienes lo construyeron. De hecho, el diseño de la base de la cruz pretendía «que no fuera un elemento impuesto a todo el paisaje, sino añadido a él y en unión casi perfecta con el violento y duro acantilado» (Méndez 1982, 173). La cruz parecería así emerger de las entrañas de la montaña de forma natural para señalar el lugar de descanso no de los miles de cadáveres de soldados e inocentes, sino especialmente de los cuerpos de Franco y Primo de Rivera, cuyas tumbas están en perfecta simetría con su eje.